Dedicamos todo un día a visitar esta bella ciudad y nos faltó más. En cada esquina del casco antiguo esconde una nueva obra de arte que la hace justa merecedora del reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad. La arquitectura del lugar tiene influencias Chinas, Japonesas y Francesas, que le dan una pincelada única. Entrar en ese casco antiguo es retroceder en el tiempo y todo se mantiene como si el tiempo no hubiera pasado. Además prohíben circular con vehículos a motor y eso le da todavía un aspecto más tradicional a la vez que te invita a un paseo plácido.
En su dia fué una importante ciudad pesquera y todavía hoy, en la vecina península de An Hoi, se puede contemplar la vida sosegada y amable de los pescadores de la zona.
Todos los turistas tenemos que pagar entrada para acceder al centro histórico, casi cinco euros, y podemos visitar cinco atracciones a nuestra elección.
A nosotros nos encantó el puente-pagoda japonés, la casa de Tan ky y el salón de actos de la congregación china de Fujian, pero hay mucho más!
El puente cubierto japonés es sin duda un emblema de la ciudad, que en el momento de su construcción, el año 1593, unió el barrio japonés con el chino por razones comerciales, como no!
La casa de Tan ky, con la mezcla de arquitectura japonesa y china, ha sido el hogar de ocho generaciones de una familia de comerciantes vietnamitas. Destaca sobretodo por las vigas del techo del salón, cada vez más cortas una sobre la otra.
En lo que es la estructura del antiguo salón de actos de la congregación china de Fujian, hoy se encuentra un templo para el culto a Tianhou.
Al final del recorrido llegamos al mercado que, a orillas del río, es un festival de sonidos y olores! Que delicia!
Por la tarde pudimos gozar de las playas de Hoi An que con sus aguas cristalinas, arena blanca y un clima tropical, no tienen nada que envidiar a las playas del Caribe. Eso sí, de setiembre a diciembre recibe un fuerte oleaje, con lo que se tiene que tener cuidado.
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